Fundamentos
Desde la fecha de su creación en 1997, el Festival de Cine Recobrado de Valparaíso ha desarrollado una línea curatorial vinculada al archivo, las piezas restauradas y el cine arcaico y primitivo. El festival fue un proyecto identificado con la causa cultural de la ciudad de Valparaíso, en momentos en que la categoría de Patrimonio de la Humanidad (UNESCO) era una aspiración.
Durante todos estos años el festival ha buscado traer directores de cinematecas identificadas con la FIAF (Federación Internacional de Archivos Fílmicos), estableciendo año a año un punto de encuentro y trabajo filmotecario. Profesionales latinoamericanos y europeos han llegado a Valparaíso trayendo una valija de obras restauradas y reencontradas. Estos materiales constituyen el legado histórico del cine mundial. El festival también ha sido funcional al rescate de películas perdidas del cine chileno. Filmes inéditos se han presentado por primera vez en Valparaíso, en un fascinante viaje por el tiempo y la memoria.
El festival ha cultivado desde sus comienzos una inconfundible línea editorial caracterizada por el culto a la tradición histórica de la cinematografía. Quizás una de las fortalezas de nuestro proyecto radica en esta concepción estética del cine. Frente a la disolución artística que propone la postmodernidad, con el quiebre de la condición narrativa y el cuestionamiento de la matriz clásica, el Festival Internacional de Cine Recobrado de Valparaíso ha representado una actitud de resistencia frente al nuevo paisaje multimedial. André Bazin en su texto Ontología de la Imagen Fotográfica, afirmaba que el gran esfuerzo del ser humano era luchar contra la muerte y el tiempo. De esta manera el cine irrumpía en el horizonte como un artefacto mecánico–óptico destinado a reproducir la vida en movimiento. A lo largo de la era moderna, el invento de los hermanos Lumiérè se convirtió en el arte del siglo XX. De ahí que el cambio de época ha repercutido en el cine, a partir de la revolución tecnológica que experimenta el planeta.
Hoy en día se puede ser cinéfilo sin pisar una sala de cine y sin experimentar el fenómeno de percepción sensorial característico de la pantalla grande. Teóricos e historiadores hablan de la muerte del cine, por lo menos en su concepción clásica. Por lo tanto, la existencia misma de los festivales cinematográficos entra en cuestión. El Festival Internacional de Cine Recobrado de Valparaíso ha tomado partido por la memoria, el archivo y el patrimonio fílmico. ¿Cuánto vale una pieza restaurada? ¿Se puede tasar y cuantificar el valor de recuperar un filme? Estas interrogantes nos colocan de inmediato dentro de una lógica ajena al mercantilismo y a la explotación comercial del cine.
En 1997 hicimos un diagnóstico del panorama de festivales nacionales, estimando que estaban dadas las condiciones para hacer un festival patrimonial en la ciudad patrimonial de Chile. Entendimos la pantalla como un conmovedor intento de atrapar el aura perdida de un filme, para usar el término aplicado por Walter Benjamin en su texto La obra de arte en la era de la reproductibilidad técnica.
Esa aura que el bullicio y la desarmonía del mundo postindustrial han terminado de aniquilar. Nuestra opción ha tomado un sentido de travesía por el tiempo, la memoria y el pasado. En este viaje hemos terminado de admirar el trabajo profesional de la legión de archivistas internacionales, algunos de los cuales han cruzado el océano para venir a Valparaíso. Hemos conocido a distintos exponentes de esta auténtica pasión por conservar y recuperar, y a todos los une la certeza existencial de vivir una caminata al borde del abismo. No hay país en que los archivistas no hayan tenido que enfrentar recortes presupuestarios, indiferencia cultural y ostracismo político.
En la medida de nuestras posibilidades, el festival ha intentado ofrecer cobijo y domicilio para estos afanes vocacionales. En el terreno estrictamente nacional, el país cinematográfico vive el fervor de inaugurar un tiempo que era impensable hace pocos años. La industrialización e internacionalización del cine chileno era un anhelo imaginado por mucho tiempo. Pero nadie pone en duda que una industria necesita un pequeño nicho de resguardo patrimonial. Esta convicción se expresa de cara al Bicentenario Nacional, conmemoración donde los temas de la memoria y la identidad tomarán un fuerte protagonismo. Si en un mundo globalizado se requiere emprendimiento y gestión estratégica, también deben existir señales de ruta. Hace catorce años el Festival Internacional de Cine Recobrado de Valparaíso se propuso levantar un proyecto de perfil archivístico, iniciando el rescate de piezas desconocidas y pesquisando materiales inéditos. En todo este tiempo, la política editorial del festival ha tenido que mirar de frente el cambio de siglo y la mutación de una época.
La revolución tecnológica de la era informática ya está instalada en medio de nuestra cotidianeidad, afectando por supuesto al cine. Mientras vivimos este cambio de civilización, la recolección patrimonial en la que hemos estado empeñados significa conocer determinadas estéticas y estilos autorales. Los logros que el festival ha obtenido se miden en la reinstalación de miradas históricas. En la recuperación de modos inconfundibles de estar en el mundo. En definitiva, en el placer propio de la linterna mágica, cuando una máquina de proyección ilumina un segmento de realidad.